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Rápido pero bien hecho.

Apresurarse es normal hoy día, hacerlo todo de afán, hacerlo rápido y bien, no con excelencia como para Dios, un "bien" es suficiente para nosotros porque "Dios sabe que tenemos otras tantas cosas por hacer". Y tal vez nuestro Señor en su infinita misericordia permita ese "bien" pero la vida no es misericordiosa y mucho menos amable cuando de decisiones tomadas a la ligera se trata. 

Piensa: si tu jefe o profesor no acepta cosas hechas con mediocridad y a la ligera, ¿por qué Dios ha de aceptarlas?; todo sucede es en nuestra mente, si, porque como nuestro Dios no nos hace mala cara o muestra su disgusto con un grito o un tremendo regaño, pues se nos hace fácil pensar que le parece bueno y agradable las nimiedades y mediocridades que hacemos.

Afanarse nunca ha sido bueno, aún cuando tomas una decisión apresurada y el resultado te parece bueno, piensa en la misericordia de Dios y en su palabra cuando dice que "todas las cosas obran para bien en los que le aman". Por favor no confundas el arriesgarse con afanarse, el riesgo incluye una palabra o promesa de Dios dada con antelación que te impulsa a hacer algo; el afán te lleva a creer en tus propias ideas y pensamientos y muchas veces, al fracaso. 

Debemos pensar en toda posibilidad frente a la toma de una decisión, cuando Dios te dice que lo hagas, tus probabilidades de error dependerán del cumplimiento cabal de lo que te ha dicho que hagas, es decir si haces lo que El te pidió o prometió: no hay falla, si te pasas de listo, pues hay consecuencias. El juego cambia radicalmente cuando tu eres quien te impulsa, ignorando aún los avisos de Dios, tus probabilidades de fallar aumentan de forma radical y el final, generalmente, es decepcionante.

Hoy toma esta lectura como una reconvención del Señor, una alerta para que examines tu camino, hagas una evaluación y tomes una determinación: si estás haciendo lo que Dios te ha pedido y vas conforme a su palabra, sigue; si aún teniendo promesa y palabra no los has hecho, pues ¡hazlo!; si tienes palabra y promesa pero te desviaste, detente y retoma; pero si no tienes palabra, no te ha sido prometido, si aún tus padres, amigos y conocidos, y más importante, Dios te ha dicho no: ¡detente!, examina tu camino, tus pasos, busca el consejo del sabio, del poderoso, de aquel que sabe y conoce tu trasegar. No rechaces su corrección y actúa sabiamente: no te afanes.

No es bueno actuar sin pensar;la prisa es madre del error. El tonto fracasa en todo, y luego dice: «¡Dios tiene la culpa!»



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