"Quiero ser doctor mas que cualquier otra cosa en el mundo"... Son las palabras, una de las tantas frases de películas, de esas difíciles de olvidar, porque tienen o llevan un mensaje muy profundo, muy impactante, tanto que merece escribir sobre ello.
No sé si es muy osado comparar la gran carrera de medicina con la simple tarea de llevar el evangelio, pero hoy me gustaría hacerlo. Y es que hallo tanta similitud entre estas dos nobles tareas que consideraría un despropósito el no, por lo menos, plantear la idea.
El médico, mediante la ciencia, trata el cuerpo, el cristiano, mediante la palabra trata el alma. Ambos, a su manera y desde su respectivo campo, intentan hacer su trabajo lo mejor que pueden, pero bien sabemos que a veces eso no es suficiente. Es que así como hay excelentes médicos, también los hay mediocres y malos, y qué decir de los cristianos, entre los que la mediocridad crece y la maldad abunda.
Hay un refrán popular que reza: "El infierno esta lleno de buenas intenciones"; sólo piensa en un médico excusándose por el fallecimiento de uno de sus pacientes por un mal diagnóstico o tratamiento diciendo: "pero yo tenía la mejor intención de salvarlo" ¿eso lo libraría del juicio y la condena?, ¡claro que no!, entonces por qué el cristiano espera que Dios, el juez justo del mundo, pase por alto su mediocridad al cumplir la única tarea encomendada por su hacedor: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones... (Mat. 28:19)".
Pero ¿y esto qué tiene que ver con Patch Adams?, bueno, si viste la película, sabrás de su lucha contra la mediocridad, un sistema cuadriculado y rígido que convertía a los pacientes en simples números... aquí, no puedo evitar hacer una comparación entre el decano antagonista de esta historia y unos cuántos pastores o "apóstoles" de hoy, quienes creen tener la verdad en sus manos y ser los únicos representantes de Dios en la tierra "lavando cerebros", impartiendo "unción" y cambiando la gran comisión, por una pequeña comisión...económica. Volviendo a Patch, hizo todo lo que hizo por amor, amor a su profesión. Le apasionaba la idea de ayudar a los demás, de proporcionar, así fuera por un instante, alegría al alma torturada y dolorida de una persona.
Bueno, ya sabes lo que ha hecho este famoso médico, pero y tu...yo, ¿qué haremos?. ¿Dejaremos que un puñado de hombres que se han apartado de la verdad de las escrituras sigan dictaminando lo que se debe o no se debe hacer en las congregaciones?, ¿acaso seguiremos inmóviles e indolentes mientras se sigue llevando un evangelio adulterado y famélico de la palabra de Dios?, ¿permitiremos que los nuevos convertidos sigan siendo solo números adicionados a listas de "socios" o "sembradores"?. Hoy es tiempo de levantarnos y decir, parafraseando a este gran médico: " pueden negarme hoy el título de pastor o evangelista, y el anillo que me acredite como tal, pero nunca podrán impedirme estudiar, aprender y poner en práctica la palabra de Dios. Hoy ustedes deciden: tener un hermano en la fe o una espina clavada en el talón".
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