Uno de los recuerdos
de mi adolescencia era cuando tenían que elegirnos para formar equipos en los
deportes. Casi nunca me elegían primero, no era la primera opción. Así que, ahí
estaba, tratando de hacer que no me importaba, jugando con el césped, mirando hacia
abajo, y con la estima destrozada porque me iban dejando para el final. Claro
que todos los demás que eran elegidos primeros, estaban muy felices; mientras
que yo me sentía muy amargado.
Cuando te escogen para
algo, siempre es a expensas de otros que no fueron elegidos. Eres objeto de
celo, eres el favorito.
“El valor de la
selección aumenta en proporción a cuantos otros fueron rechazados”. Por
ejemplo, para que Miss América sea elegida tienen que ser rechazadas otras
cincuenta chicas, sin contar a las que no clasificaron.
Lo mismo pasa con los
aspirantes a médicos; siempre ruegan que los exámenes de ingreso sean fáciles.
Una vez que pasan esos exámenes ahora desean que sean difíciles para que la
otra “gentuza” que viene detrás, quede afuera. “Ahora dejan entrar a cualquiera,
no es como en mi tiempo”, dicen.
O sea: “Una vez que yo
estoy dentro del club, quiero que sea lo más exclusivo posible”
Así son los religiosos
en las Iglesias: “Los religiosos agradecen ser perdonados, pero luego se paran
en la puerta de la Iglesia para administrar quien entra y quien no”. Celebran
mucho dejar a otros afuera. “No tiene la sana doctrina”; “Son apóstatas”; “Van
a arder en el infierno”; “No son salvos”, son las frases que disfrutan decir
los que se sienten “exclusivamente elegidos”.
Recuerda que cuando
vamos a un concierto no todos comparten el gozo del cantante que sube al
escenario. Mientras la persona talentosa canta y comparte su don, muchos lo
disfrutan.
Pero también hay gente
que se pierde "el gozo del oyente" por envidiar "el gozo del cantante"
y desear estar en el lugar del que está cantando. Y tienen esa amarga sensación
de ansiedad que mientras mayor sea el don de la otra persona, mas pequeño se
sienten. Viven una vida de comparación y acaban sin gozo alguno. Son los que en
lugar de alegrarse por el lugar en donde Dios puso al otro, son ellos los que
quisieran haber sido elegidos para estar allí. Y como no fueron elegidos ellos,
prefieren decir: “Bah! está fuera de mi club exclusivo”.
Así que, si Dios te
eligió para algo especial, recuerda que algunos se alegrarán, mientras que
otros se amargarán y se llenarán de envidia. Es la vieja regla, que nunca
falla.
Autor: Dante Gebel.
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